Os dejo un artículo publicado hoy en ABC.
Aún pueden aprender mucho de estas marionetas. Y no sólo los políticos, tan necesitados en ocasiones de conocer qué es arriba y abajo de la crisis, cómo ir cerca y lejos de sus votantes o sus principios, cuántas son dos y dos en la financiación autonómica... Pero -¡no nos desviemos!- de todas las interpretaciones que han merecido los teleñecos -los entrañables muppets, creados por Jim Henson- la más sorprendente de todas es la que afirma que ahora son carne de museo. Carne o trapo, lo cierto es que gracias a esta idea, la troupe ha abandonado el baúl de los recuerdos de toda una generación de niños educados bajo su socarrona sabiduría y se acaba de colar en las salas del Smithsonian de Washington.
Recorrerán una docena de museos en una gira triunfal y póstuma -su creador, el muy barbudo Henson murió en 1990- de la que nadie sabe a ciencia cierta qué saldrá. En la exposición se cuenta cómo nacieron, desde que eran apenas dibujitos hasta que fueron cortados y cosidos, dotados de ojos con pelotas de ping-pong, botones y pegamento: y también de hoquedades por donde Jim el titiritero (antes) y valorado artista (ahora) les insuflaba la vida imaginada, con sus propias manos. Hay cosas menos sabidas, como que casi todos estos muñecos son zurdos, porque fueron diseñados para manejar la cabeza con la mano derecha y las extremidades con la izquierda... Objetos de arte povera al fin.
Recalan los teleñecos en Washington este verano, en cuyos canales televisivos nacieron a la fama. Y tal vez allí el público pueda explicarse por qué misterio inasible prendieron, con sus humoradas y rarezas, en la imaginación colectiva de un mundo aún amenazado de guerras atómicas -¿qué mundo que se precie no lo está desde entonces?- pero también aún esperanzado en ver a estos pequeños muñecos enseñando a dar la vuelta a la opresiva cuenta atrás de los misiles para volver a empezar a contar con inocencia desde el 1.
¿Y qué hay de los rumores de boda entre la rana Gustavo y la cerdita Piggy? ¿Acabó aquel sórdido debate sobre la tendencia sexual de Epi y Blas, los dos amigos que comparten piso y manías?
Pero hoy los teleñecos han entrado en uno de los grandes museos americanos (desde el palco, dos ancianos discuten: «¡En este museo me siento más viejo!» «¿Por qué?» «Porque aquí pensarán otra cosa bien distinta cuando digas que estás hecho una pieza»). Por el mismo motivo, los niños de entonces no deben tratar de mostrar los viejos vídeos a sus propios hijos. La ilusión de que algo de aquello perdura sólo se consigue con las manos en los bolsillos y cantando disimuladamente el «mana-maná»
POR JESÚS GARCÍA CALERO
REUTERS
Epi y Blas, amigos inseparables incluso como objeto artístico
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