martes, 2 de junio de 2009

La cajita rosada

Ayer por la noche, en un arranque de ¿valor? abrí la caja de Pandora. Esa cajita especial donde guardo fotos, libretas, objetos... recuerdos. Después, alegre por hacerlo. Aunque la máxima de la vida diaria es vivir el presente, me gusta desempolvar la cajita rosada con olor añejo. Ayer rebusqué entre mis recuerdos. Tras pasar un capítulo importante de mi vida y recién cerrado, vuelvo varias hojas atrás para releer los momentos buenos. Quizás mi memoria extremadamente selectiva sea la culpable de que los momentos no tan buenos de estos últimos años se hayan borrado. Ahora queda sólo lo bueno, lo aprendido. Reflexiono y llego a la conclusión de que el rencor no cambia las cosas: es como un ancla ahogada a varios cientos de metros sobre el mar. No nos deja avanzar. Sin duda, echar la vista atrás y enfrentarse al pasado es algo muy difícil, incluso doloroso. Pero quizás no debamos arrepentirnos de el. Nuestro desconocimiento, quizás el, sea el culpable de nuestros actos.

Cada DIA que pasa, cada hora e incluso cada minuto estoy más y más convencido de que el camino verdadero es el del medio. El camino equilibrado, justo. A estas alturas, ya no merece la pena guardar rencor. Nada es para siempre. En la vida todo es perecedero, es arquitectura efímera. Todo se marchita. Los caminos que andamos se bifurcan. Cada cual posee un recorrido. Siempre acabamos por separarnos. En él encontramos apoyos, pero al fin y al cabo, el camino lo recorremos solos, descubriendo por nosotros mismos. Pero al mismo tiempo, somos parte de todos y de un todo. Hacer ese camino en armonía con todo y todos sólo es competencia nuestra.
Al final del recorrido, en el estanque, llegamos pulidos como una piedra preciosa. Somos un poco de todos; somos lo que hemos aprendido y nos han enseñado. Sólo depende de nosotros el cribar las malas enseñanzas y separarlas de las buenas.

No hay comentarios: